miércoles, 21 de diciembre de 2011

amanece en Djenne

Djenne es una pequeña ciudad o un gran poblado africano, depende de la perspectiva que quieras aplicar porque en realidad, la única diferencia radica en hasta dónde se extienden, lo de aportar el dato de habitantes es un pasatiempo inútil.

Dejando al margen la discusión sobre el tamaño, Djenne tiene a gala albergar una de las construcciones más impresionantes del continente. Construida alrededor de 1100, la gran Mezquita de Djenne se renueva cada año tras la época de lluvias en un espectáculo con “figurantes” de todos los poblados vecinos, no en vano es el mayor templo construido de adobe del mundo.

Pero bueno, esto se encuentra fácil en la wikipedia…. ahora quiero contarte mi Djenne.

Llegamos a la mítica a eso de media tarde, la explanada de la Gran Mezquita estaba a rebosar de restos del mercado, comida, telas..., todo tipo de cachivaches propios de estas latitudes. Un paseo entre las calles para alcanzar una azotea donde entre antenas y gallinas poder disfrutar de un té y el último guiño del sol.

De camino al “hotel” no me pude resistir a pasear entre los puestos desmantelados, las montañas de basura y los equilibrios de las cabras, los camiones y cualquier cosa con ruedas preparándose para partir atestados de personas… y entonces lo decidí… ¡ tengo que ver como se monta todo esto…!

Y sin apenas darme cuenta, la mañana llegó.


Debían ser las 5, el sol todavía no había salido y la solemnidad de la Gran Mezquita dominaba los restos de la batalla del día anterior. A espaldas del devenir de la mañana, el interior se despertaba. Mientras, alrededor, las historias se sucedían.

Durante unos instantes, recuperé mi niñez; a lomos de un corcel un crío galopó  frente al muro. El sol despuntaba las azoteas y hacia brillar el huevo de avestruz que la coronaba. Y como si no la hubiera visto jamás, como si se tratara de algo aparecido de la noche a la mañana se quedó absorto, en el trance de su contemplación. Luego, al volver, nada pareció volver a ser igual, la rama de acacia dejó de trotar briosa y la pradera infinita se cubrió de piedras y plástico.

A los pocos minutos llegó él, camino de la madraza con sus tablas coránicas bajo el brazo y sorprendido de la compañía de un tubabu. Me miro, le miré y ni se inmuto al levantar la cámara, se detuvo me observó, disparé y luego siguió su camino. Tras de sí me dejó escenas de rezos al sol.


Ojalá todo fuera magia, pero no hay moneda sin su segunda cara. A veces, no siempre ni a menudo, hay ocasiones en las que más allá de la escena, al margen de la persona, se construye un vínculo especial con una situación que cala, una sensación que aterriza sentimientos, bruscamente, pero en su sitio. Me despido con el último recuerdo de aquella mañana, no serían ni las 6.30 y abriendo el paso a la marabunta de puestos, llegaron ellos buscando su lugar en la representación.


Djenne, es un lugar en la memoria de Malí. En el corazón del Sahel subsahariano un viaje en si mismo. Lo conocí con Kananga en su Ruta del Sahel, unas verdaderamente inolvidables navidades.

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