jueves, 26 de enero de 2012

Lost in Tokyo


Viajar en Tokio, al margen de los tópicos, es como entrar a formar parte de un videojuego en primera persona.



Como si de diferentes etapas por superar se tratara, cada paso en la megaurbe te enfrenta a  un reto por superar, una partida interminable a la que no puedes dejar de jugar;

La primera prueba, desenvolverte en la marea humana que se mueve sin cesar. Hasta la fecha, Tokio y otras urbes japonesas han sido los pocos lugares donde experimentar a la vez la sensación de vértigo por sentirte rodeado de miles de personas y a la vez aislado como en un desierto sin final.

Si pudiste mirar de frente a tus fobias, llegó el momento de superar la llamada de la luz. Cuando intento recordar a mis ojos acuden silenciosas imágenes llenas de color. Luz y color en la publicidad luminosa de Shibuya, Akihabara o Shinjuku, en las señales aéreas de los rascacielos de la zona financiera desde el Citi Hall o desde la Mori Tower. Pero todo se rompe con un estruendo  difícil de imaginar a las puertas de los Patchinkos o en el resto de salas de videojuegos.


A estas alturas ya has ganado el derecho a un descanso, En contraste con el derroche humano del suburbano, cualquiera de los  parques ofrecen un descanso reparador, delicadamente estéticos, llenos de detalle, pequeñas “tanukis” y ofrendas de sake. Si tu elección ha sido el parque de Yoyogui y encuentras la salida correcta hacia la estación de Harakuru, puede que tengas suerte (básicamente si es domingo por la mañana) y te encuentres en medio de un show cosplay que te transporte de lleno a la experiencia manga.


Unos “foto consejos”  que pueden ser útiles;

  • El mejor lugar para apreciar y hacer panorámicas de Tokio es sin duda la Torre Mori en Roppongi. Es igualmente el mejor lugar para vislumbrar el Monte Fuji si las nubes lo permiten. Sólo tiene un pequeño problema, no vas a poder subir el trípode. Si no obstante estas resuelto a llevarte una nocturna desde allí arriba, puedes asegurar la cámara en uno de los prismáticos turístico que hay, suerte!!

  • Igual que por las vistas, la Torre Mori es un lugar muy especial, en particular su mirador, es un lugar perfecto para dar vueltas un par de horas  y capturar la atracción que los tokyotas sienten por las alturas.

  • El metro, en particular en torno a la estación de Shinjuku, sus galerias, la hora punta, etc, es una fuente inagotable  de grandes imágenes. Sin problema para el trípode.

Shibuya es otro lugar que evidentemente no puedes perderte, en particular al atardecer. A parte del famoso cruce tendras muy cerca uno de los principales puntos de reunión de los kogal, bastantes salas de videojuegos (no puedes no entrar). El mejor sitio para el cruce, una ventana en el Starbucks.

Por la noche, seguro que acabarás en Shinjuku, con el trípode a cuestas para los luminosos de publicidad.



El mercado de pescado es más interesante desde el punto de vista costumbrista que fotográfico (salvo que vayas a hacer un reportaje específico), a pesar del nombre y su atracción, no esta preparado y sólo molestamos. Sólo te dejan entrar una vez que está terminando la actividad. Te interesará saber que para la subasta de atún tienes que ser de los primeros 200 que estén haciendo cola de madrugada.
Todas las guías te hablarán de Harakuru para fotografiar el ambiente manga, personalmente te recomiendo que busques algún centro manga el domingo por la mañana, suele haber performances cosplay mucho más interesantes. No tengas el más mínimo reparo en acercarte, pregunta y posarán para ti encantados.

Los juegos de color de los Kimonos serán una fuente inagotable de inspiración. A diferencia de Kyoto, aquí no veras una sola geisha.

Te darás cuenta el primer día, pero aun así, te anticipo que aunque no lo parezca que el clima es extremo. Agradecerás ir con lo justo.

jueves, 5 de enero de 2012

de piedras y fe

Etiopia son mil lugares en uno y a su vez, ninguno parecido al que en este momento alcances a imaginar.

Si describir un entorno delimitado por unas fronteras meramente administrativas o políticas es complicado, hacerlo de Etiopia es simplemente, imposible. Amalgama de culturas y contrastes la sorpresa no cesa hasta mucho después de abandonarlo.

La historia del norte, y haciendo un interesado intento de simplificación, se empezó a escribir a golpe de cincel en el Siglo IV d.c. con la llegada de evangelizadores cristianos desde Egipto y Siria, y fundamentalmente, tras la ruptura con las tesis católicas a partir de Concilio de Calcedonia en el SV d.c. y la llegada de los 9 santos…. Pero esto ya es otro tema.

Esta historia comienza en el Tigrai, donde la fe llevo a la búsqueda de refugio espiritual en lugares imposibles, cerca, muy cerca de Dios quién quiera que sea y dónde sea que esté…(para los atrevidos, os dejo un link a un video que ilustra lo que quiero decir….Su interior y el detalle de sus frescos conservados a lo largo de los años o las miniaturas de las biblias sobre piel de cabra desgastadas por paso de sus páginas es la recompensa.
Pero una vez más, el verdadero tesoro estaba en ellos, guardianes de la herencia de las montañas, los abunas conservan en cada gesto de su piel el rastro de una fe que todavía da sentido al ser humano.

Al sur de las montañas, en la comunidad de Lallibela. La religión continúa su presencia abrazada a la roca en uno de los complejos más espectaculares que tus ojos hayan llegado a imaginar. Construido en el SX, Lallibela es el sueño de tierra santa hecho realidad. Un deseo de acercar la entonces inalcanzable Jerusalem a través de 11 construcciones excavadas en la roca basáltica a imagen y semejanza de la tierra prometida.
A 10 metros bajo tierra y a puro golpe de cincel se labró en la tierra la cuna de iglesia etíope.
Un teatro eterno que alberga una marea blanca en las horas de los rezos. Seas creyente o no, la devoción de cientos de personas envueltas en sus túnicas blancas sobrecoge hasta a las almas más desilusionadas de los tiempos que nos toca vivir.
Los reducidos interiores, moldeados en torno al recogimiento del sancta sanctorum que custodia el arca de la alianza robada del templo de Salomón (dato curioso este, puesto que todas y cada una de las iglesias etíopes sostiene albergar el arca original…), no ceden espacio a una innecesaria luz cuando la verdad reside nuestro interior.
Sólo el conocimiento de la palabra, el crecimiento espiritual, goza del escaso privilegio de la intrusión del exterior.
Fragmentos de Abyss, mil historias un lugar de la ruta Etiópica de Kananga, si os ha picado la curiosidad, os invito a la galería de fotos en fb.

Taller de Fotografía 2012

Junto con el año, este 2012 estreno un proyecto de formación para acercar a todos aquellos que disfrutando con la fotografia como hobbie en casa, con la familia o en viajes, querais mejorar tanto a nivel técnico, compositivo como de procesado...y creais que os puedo ayudar :)


A partir del mes de marzo, inicialmente en Madrid, y en formato intensivo de un fin de semana o dos sábados alternos te propongo un taller eminentemente práctico, cercano y sin necesidad de conocimientos previos desde el cual abordar todos los aspectos necesarios para sacarle partido a vuestro equipo, conseguir imágenes de impacto y como no, darlas un acabado de calidad en función de cómo las quieras ver y compartir.




Si estas interesado, puedes ponerte en contacto conmigo en miguel@mvaldivieso.com y te haré llegar los detalles del programa, fechas y darte solución a cualquier duda que te pueda surgir en cuanto al nivel, equipo o lo que se te ocurra..


Y si te apetece la idea, pero no para ti, puedes regalarlo a través de las tarjetas pesonalizables del Taller.


Si todavia tienes dudas, te animo a que curioses lo que puedes conseguir en http://www.mvaldivieso.com/ o fb.



en la carretera

A poco grande que seas, y tampoco es necesario mucho, seguro que hay viajes que recuerdas por el “cómodo” espacio que restaba entre tus rodillas y tu compañero de trayecto. Igual hay otros de los que recuerdas el “suave” vaivén de las pistas de cabras, e incluso puede que todavía no seas capaz de entender las sorpresas que te depara un camino, cómo cuando tras kilómetros de piedra y arena, de repente aparecen 500m de autopista (eso si, compartida con mulos, cabras, paisanos y todo tipo de fauna alrededor, incluidos el desembarco chino a la dirección de todo este tipo de infraestructuras) que vuelven a desvanecerse como un espejismo justo en el momento que creíste que alcanzabas el cielo.



Pues aparte de por todos y cada uno de estos motivos, hay uno más, nunca podré olvidar las carreteras de Etiopia gracias a ellos, gracias a los chicos de la carretera.

Viajar y aprender comparten la máxima de que cuanto más a ras de suelo, mejor. Y con ellos, con mis chicos, una vez más no sólo recordé poner una vez más los pies en el suelo (seguro que es una sensación compartida con todos los que conocéis ese mundo que no llega a entender que es eso de la crisis financiera global), sino que aprendí la impagable lección que me ayudó a construir recuerdos en lugar de coleccionarlos.

Recordaré las carreteras por cada historia junto ellos, por su curiosidad y cercanía, por cambiar “you! Money! one birr” por el quererse ver con sus amigos, con su orgullo y sus objetos. Por la sonrisa tras el recelo.

Con tantas historias como paradas, recuerdo detenernos en medio del mercado de ningún lugar. Él, serio y formal hasta que se vio y se desarmo en carcajadas, con su pollo y su chica estaba hecho el rey del mundo. Ella, al frente de unas cuantas verduras sobre el suelo, quería una foto de ella sola.


La cuneta de la plantación en la que todos querían ser Rocky, aunque ni hayan oído hablar de él.


Ella, la chica de los mangos camino de Addis.



Los colegas, que al detenernos a desentumecer el ovillo de piernas perdieron el interés por las grandes maquinas que estaban construyendo otros 500m de autopista en medio de que más da el lugar (ojo al dato…carretera principal hacia Addis), por un “aquí estoy yo”.

Ell@s y las frutas en la parada del rio, junto al puente que no se podia fotografiar…


Este post va por vosotros aunque no podáis volver a veros, allí donde estéis, junto a la carretera. Historias de Abyss, mil historias un lugar de la ruta Etiópica de Kananga, si os apetece, os invito a conocerlas junto con algunos de los “make-off” en la galería completa de fb.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

amanece en Djenne

Djenne es una pequeña ciudad o un gran poblado africano, depende de la perspectiva que quieras aplicar porque en realidad, la única diferencia radica en hasta dónde se extienden, lo de aportar el dato de habitantes es un pasatiempo inútil.

Dejando al margen la discusión sobre el tamaño, Djenne tiene a gala albergar una de las construcciones más impresionantes del continente. Construida alrededor de 1100, la gran Mezquita de Djenne se renueva cada año tras la época de lluvias en un espectáculo con “figurantes” de todos los poblados vecinos, no en vano es el mayor templo construido de adobe del mundo.

Pero bueno, esto se encuentra fácil en la wikipedia…. ahora quiero contarte mi Djenne.

Llegamos a la mítica a eso de media tarde, la explanada de la Gran Mezquita estaba a rebosar de restos del mercado, comida, telas..., todo tipo de cachivaches propios de estas latitudes. Un paseo entre las calles para alcanzar una azotea donde entre antenas y gallinas poder disfrutar de un té y el último guiño del sol.

De camino al “hotel” no me pude resistir a pasear entre los puestos desmantelados, las montañas de basura y los equilibrios de las cabras, los camiones y cualquier cosa con ruedas preparándose para partir atestados de personas… y entonces lo decidí… ¡ tengo que ver como se monta todo esto…!

Y sin apenas darme cuenta, la mañana llegó.


Debían ser las 5, el sol todavía no había salido y la solemnidad de la Gran Mezquita dominaba los restos de la batalla del día anterior. A espaldas del devenir de la mañana, el interior se despertaba. Mientras, alrededor, las historias se sucedían.

Durante unos instantes, recuperé mi niñez; a lomos de un corcel un crío galopó  frente al muro. El sol despuntaba las azoteas y hacia brillar el huevo de avestruz que la coronaba. Y como si no la hubiera visto jamás, como si se tratara de algo aparecido de la noche a la mañana se quedó absorto, en el trance de su contemplación. Luego, al volver, nada pareció volver a ser igual, la rama de acacia dejó de trotar briosa y la pradera infinita se cubrió de piedras y plástico.

A los pocos minutos llegó él, camino de la madraza con sus tablas coránicas bajo el brazo y sorprendido de la compañía de un tubabu. Me miro, le miré y ni se inmuto al levantar la cámara, se detuvo me observó, disparé y luego siguió su camino. Tras de sí me dejó escenas de rezos al sol.


Ojalá todo fuera magia, pero no hay moneda sin su segunda cara. A veces, no siempre ni a menudo, hay ocasiones en las que más allá de la escena, al margen de la persona, se construye un vínculo especial con una situación que cala, una sensación que aterriza sentimientos, bruscamente, pero en su sitio. Me despido con el último recuerdo de aquella mañana, no serían ni las 6.30 y abriendo el paso a la marabunta de puestos, llegaron ellos buscando su lugar en la representación.


Djenne, es un lugar en la memoria de Malí. En el corazón del Sahel subsahariano un viaje en si mismo. Lo conocí con Kananga en su Ruta del Sahel, unas verdaderamente inolvidables navidades.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Stonetown

Ajada por el salitre, nacida de estirpes aventureras, de aroma omnipresente, retorcida como sus calles, melancólica de glorias pasadas, vibrante cada si cada día fuera el primero, húmeda, calurosa, Stonetown.

Puente entre India, África y Arabia, puerto de Europa y crisol de culturas al amparo del comercio de todo lo que un día tuvo precio hoy, descansa con rostro fatigado pero intacta su energía.


Pasear por sus calles es viajar a una época de aventuras, a un museo al aire libre, a mercados no aptos para estómagos delicados, puestos de color con mercancías de cualquier lugar entre Kerala y el Massai Mara, formar parte de escuelas en la calle y mil escenas frente al mar.



Pero lo mejor, el secreto de la ciudad de piedra todavía está por llegar.

Pasa la mañana y con ella se desvanecen las primeras nubes. Llega el calor y entre aromas de especias el aire se empieza cortar. Hora de comer, tras al menos 200 años de residencia, el toque hindú se ha ganado un lugar entre la parca cocina continental y las especias de oriente medio.

Calor, humedad, historia, olor.



Recuerdo el trasiego de los botes yendo y viniendo de Dar es Saalam en el último viaje del día.
Sorteando las esquinas buscas la escasa brisa que llega del oeste. Un café en la playa y poco a poco Zanzíbar se funde en tu ser. Horas perdidas al pasado, ganadas a la memoria.

Cae el calor y consigo despegarme de la terraza del café desde la que he sido un aletargado espectador, un paso y según siento la playa en mis pies las emociones se agolpan en forma de recuerdos;

... cada estallido de color sobre la arena de coral.









... el agua caer...















... la furgoneta atascada en la arena durante horas en su intento por alcanzar el ferry. A niños divirtiéndose, corriendo, persiguiéndose, haciendo equilibrios frente al agua. A mi izquierda todavía veo las tres hermanas que alejadas de la multitud y con el velo puesto, se recogían el vestido para mojar sus pies en las aguas del puerto.

















La playa se ha llenado de bicicletas. El Ferry por fin abandonó el puerto y las siestas llegaron a su fin. Y sin avisar, llegó el momento. Especial, inolvidable, único, mágico, un regalo, el universo de los sentidos ante ti.



Stonetown, en Zanzíbar fue la última escala de la ruta Memorias de África realizada con Kananga  en 2009. Mi primera experiencia en África y el comienzo de una verdadera pasión que espero no termine jamás.